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sábado, 9 de junio de 2012

Me doy permiso...

(Reflexión)

Por JOAQUÍN ARGENTE.


Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia,
de las que me ignoran, me niegan un beso, un abrazo...

No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de mis padres o de mi marido, o mujer.
Ni de mis hijos, ni de mi jefe, ni de nadie.
Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento fuera de mi vida.

Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.

Me doy permiso para no obligarme a ser “el alma de la fiesta”, el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor
humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan.

No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen a mi lado.
Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso.
Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme.
Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más.

Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo.
No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse.
Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.

Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas

Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es sólo
hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada.

Decido abandonar los miedos conocidos y me arriesgo a explorar las aventuras por conocer.
Más vale lo bueno que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.

Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente.
No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente.
Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser
perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.

Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme
culpable.

No he nacido para ser la víctima de nadie.

Me doy permiso para no estar esperando alabanzas, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros.

Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración.

Me afirmo como una persona no adicta a la angustia.

Soy yo quien me valoro, me acepto y me aprecio No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior.

Y no espero encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender.

Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia.

Empiezo por reconocer mis valores, Y el resto vendrá solo. No espero de fuera.

Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas.

Decido no intentar absorber el exceso de información. Me permito no querer saberlo todo. Me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.

Y me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo.

Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente. Y aún sobra.

Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio.

Prefiero las relaciones menos densas.

Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego.

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico.

No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que
me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es
sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico. No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

Elijo lo que me da salud y vitalidad.

Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de
despreciar las elecciones de otros.

No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.

Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo “anormal” en mis estados emocionales lo establezco yo.

Ecología Mental-Emocional.

Buen día.

El día de hoy me dirijo a ustedes para hablar de un tema muy importante para nuestro desarrollo personal y para nuestra vida en sociedad.

Hablemos sobre las tendencias que tenemos las personas a vivir relaciones interpersonales cada vez más complejas, caóticas y conflictivas.

A lo largo de mi trabajo como profesor y como terapeuta, así como en la cotidianidad, me he dado cuenta que los grupos, las familias, las sociedades, comunidades y los individuos tienen cada vez más dificultades para establecer lazos sociales sanos, afectivos y productivos.


En muchas ocasiones estaremos preguntándonos qué es lo que pasa en nuestras relaciones de amistad, familiares, escolares, laborales, de pareja o de negocios.

Algo muy importante que quiero compartir con ustedes, es que tenemos una nueva propuesta y estamos manejando un nuevo modelo terapéutico denominado “Ecología Mental-Emocional”.

¿Pero por qué un enfoque ecológico mental emocional?

Por las siguientes dos razones.

La primera:

En la vida actual, la mayoría de las personas nos encontramos muy atentos a nuestra salud.

Cuidamos nuestra salud, cuidando lo que comemos, cuidando lo que bebemos y lo que respiramos. Hacemos ejercicio, tomamos suplementos, vamos al médico, análisis, chequeos y demás.


La segunda cuestión de vital importancia para nosotros es cuidar nuestro medio ambiente. Es decir; cuidamos nuestro entorno. Siempre estamos pendientes de vivir en un espacio limpio, tranquilo, seguro, cómodo y confortable.

Lamentablemente en nuestra cultura no tenemos la costumbre de crear y fomentar hábitos que nos ayuden a mantener limpio y sano nuestro ambiente emocional, nuestro entorno mental.


Casi siempre estamos cuidando nuestros cuerpos y vigilamos nuestros alimentos. Pero casi nunca vigilamos nuestros pensamientos y lo que hacemos de ellos, las palabras que cruzan por nuestra mente, las palabras que decimos, los sentimientos que albergamos, y menos aún nos cuestionamos el origen de estos.

Casi siempre andamos por la vida cuidándonos de no arrojar la basura en la calle, reciclando, usando el carro compartido o la bicicleta, ahorrando electricidad y agua.

Pero les puedo asegurar que son poquísimas las personas que están atentas a cuidar su medio ambiente emocional.

Muchos filósofos orientales, principalmente chinos e hindúes, practicantes de las filosofías budista, taoísta y zen, se han preocupado por estos aspectos de la cotidianidad.

Dice un proverbio oriental: “El silencio es hermoso. Si lo que vas a decir es más hermoso que el silencio habla, sino, mejor quédate en silencio”.

Reflexionemos eso...


¿Por qué será entonces que muchas veces tenemos la costumbre de incontinencia verbal?
De murmurar, de chismosear, de criticar, de mofarnos, insultar, sin darnos cuenta de que estamos afectando nuestra propia salud emocional, y la salud emocional de las personas que nos rodean. Y que quede claro que esto no se trata de moralizar ni mucho menos, sino de guardar una higiene mental.


La sicología hindú nos enseña cosas bastante interesantes al respecto. Como muchos ya saben, allá se tiene la creencia de que uno posee muchos cuerpos. El cuerpo físico, el causal (karmico), el mental, el emocional. Y también se tiene la creencia de que existe un campo etérico, un campo energético que nos rodea y que rodea nuestro entorno el cual está conformado por nuestras palabras, pensamientos, sentimientos, sueños, ideales, valores, buenas vibras, malas vibras, en fin… y se mantiene nutriéndose de estas energías.

Este campo etérico pasa a ser esa cantidad de energía que está alrededor de nosotros y que puede ser tanto positiva como negativa.


Esta es una creencia que es milenaria, y que a simple vista pudiera parecernos descabellada. Pero yo creo que deberíamos analizarla un poco sobre las posibilidades que nos ofrece la psicología oriental. Que a final de cuentas, con el tiempo, estas ideas serían retomadas por los filósofos griegos y mantendrían una continuidad a lo largo de la historia.

Tal ves no nos convenza esta idea, y finalmente no es lo que se pretende. Lo que sí se pretende es que visualicemos cómo vamos creando basura emocional en nosotros mismos, y después vamos arrojándola por donde quiera que vamos. Contaminando con nuestras emociones y acciones negativas, nuestro medio ambiente, nuestro entorno inmediato, nuestro hogar, nuestras acciones y a todos los que nos rodean.



¿Por qué es importante cuidar nuestro entorno emocional? ¿Por qué es importante cuidar lo que sale de nuestra boca, nuestros pensamientos, la intención de nuestras acciones, y la actitud que tenemos al hacer o decir cualquier cosa?


Mohandas Gandhi (Mahatma) decía que para que una mala acción siempre va acompañada de varias malas acciones que la antecedieron en el pensamiento. En el Libro de Santiago, el apóstol escribe que no es lo que entra por la boca lo que condena el hombre, sino lo que sale de ella (eso lo deberán de reflexionar muchos pseudo-teólogos actuales) y los cristianos gnósticos tenían un dicho: “De la boca sale lo que el corazón lleva”.


Si nuestro corazón está amargado, es obvio que sólo saldrán de nosotros palabras y sentimientos que contaminarán nuestro ambiente emocional.

Yo por mi parte les puedo asegurar, que si contaminamos nuestro entorno y lo envenenamos nos estaremos envenenando a nosotros mismos.



El enfoque del Modelo Ecológico Mental-Emocional tiene como finalidad promover una salud y una higiene mental en las personas enfocándonos en observar nuestros pensamientos y sentimientos.
Esto, amigos, no es nada nuevo, sin embargo en terapia apenas comienza a aplicarse.

De esto ha hablado la psicología de las civilizaciones ancestrales durante milenios, siglos, y muchos años.

Y todo gran filosofo, todo gran pensador, llámense griegos, latinos u orientales se han referido a esto.

Yo los invito a que se tomen un tiempo para reflexionar sobre estas palabras, y con gusto, nosotros estaremos para orientarlos.


Muchas gracias, y que tengan buen día.

¡Bendiciones!